7. Regulación del balance hídrico
La ingesta de agua es regulada por la sensación de sed, variable en función de un sutil mecanismo neurológico que detecta mínimas variaciones de la presión arterial y de la concentración plasmática de electrolitos, principalmente de sodio.
El agua es asimilada por difusión pasiva a favor de gradiente de concentración entre el medio intestinal, más diluido, y el medio interno, más concentrado (véase el capítulo 1 el apartado 6.2.5). Una vez asimilada, el agua difunde por ósmosis a través de las membranas que separan los tres compartimentos principales: plasma sanguíneo, líquido intersticial y medio intracelular.
La eliminación del agua y de los solutos recae principalmente en el riñón y en su capacidad de producir muy diversas cantidades de orina que fluctúan según el agua ingerida, la generación de agua metabólica, las pérdidas por sudor y por respiración, la carga de solutos asociada a la dieta y al catabolismo, etc.
La función renal está regulada por varios mecanismos que actúan en concierto, entre los que destacan los mediados por la hormona antidiurética (ADH o arginina-vasopresina) y por la aldosterona. El principal objetivo de esta regulación es que las entradas y salidas de agua y electrolitos se produzcan de tal manera que no afecten al balance hídrico necesario para mantener el volumen y la concentración del medio interno dentro de varemos fisiológicos.