Módulo 2.2. Fisiopatología relacionada con el consumo del agua

8.5.4. Recomendaciones para una correcta hidratación en el anciano
  • El anciano debe satisfacer las recomendaciones de ingesta hídrica: entre 25 y 45 ml de agua por kilo de peso y día o 1 ml por cada kilocaloría ingerida (2 litros para una dieta de 2000 kcal).
  • Si se dan circunstancias que aumentan las pérdidas de líquidos como ambiente caluroso, fiebre o diarrea, el consumo de agua ha de incrementarse al menos hasta 1,5 ml por kilocaloría ingerida.
  • En caso de que la ingesta espontánea de agua esté deprimida, debe planificarse la administración de pequeñas cantidades de líquidos de forma frecuente, con independencia de la demanda por sed, hasta alcanzar los objetivos de hidratación marcados.
  • Se debe facilitar el acceso y el consumo de líquidos colocando fuentes de agua fresca y mostradores con bebidas al alcance de los ancianos. En los casos en los que éstos presenten dificultades motrices son muy útiles las pajitas.
  • Deben vigilarse la temperatura y la humedad ambientales en los espacios habitados por los ancianos, evitando que éstas sean innecesariamente elevadas.
  • Si existe disfagia a los líquidos deben emplearse espesantes hasta conseguir una textura que asegure la ingestión de la cantidad total de agua con un bajo riesgo de broncoaspiración.
  • La dieta debe incluir un buen aporte de líquidos asociados en forma de sopas, cremas, zumos, frutas y hortalizas frescas, leche y yogures, entre otros alimentos. En función de este aporte al consumo de agua de bebida podrá ser menor.
  • Debe reconsiderarse la restricción de sal en casos de ancianos sometidos a tratamiento con diuréticos, especialmente si sufren estados febriles o cuadros diarreicos. En estos pacientes es esencial garantizar un adecuado aporte de líquidos para evitar la deshidratación hipotónica.
  • Ha de asegurarse una ingesta adecuada de potasio en ancianos que sufren diarrea prolongada. Por el contrario, el aporte de potasio ha de ser controlado en ancianos que siguen tratamientos antihipertensivos y antiinflamatorios ya que éstos pueden favorecen su retención.
  • En el caso de ancianos alimentados a través de sondas nasoenterales es preciso planificar la administración de agua suplementaria en función de las recomendaciones generales, teniendo en cuenta la utilizada para los lavados de la sonda, de manera que se ajusten los volúmenes a las mayores o menores pérdidas por sudor o por otras causas como la fiebre o la diarrea.
  • En ancianos que padezcan enfermedades renales que cursen con retención hidrosalina y en aquellos que deban dializarse, es necesario ajustar cuidadosamente el volumen de agua total ingerida así como el aporte de sal, potasio y proteínas a fin de evitar cuadros de sobrehidratación.

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