Módulo 3.2. Fisiopatología relacionada con el consumo de los hidratos de carbono.

7. Patologías que condicionan el consumo de H de C.

Son patologías que obligan a realizar cambios concretos en la cantidad y en el tipo de los H de C de la dieta como parte esencial del tratamiento. En este apartado se  describen de forma resumida las más destacadas a excepción de la principal: la diabetes mellitus, que merecerá un tratamiento monográfico en el apartado 8.

7.1.  La intolerancia a la lactosa

Es consecuencia de la falta total o parcial de enzimas lactasas, producidas en las paredes  intestinales, principalmente a lo largo del duodeno y del yeyuno. Las lactasas hidrolizan el disacárido lactosa liberando galactosa y glucosa que son asimilados. La deficiencia de lactasas propicia que una parte considerable de la lactosa no sea digerida y alcance intacta el intestino grueso. Allí,  además de incrementar la carga osmótica (lo que  propicia la secreción de agua hacia la luz intestinal), sirve como fermento para la flora bacteriana dando lugar a la sobreproducción de gases, ácido láctico  y de ácidos grasos de cadena corta.

La gran afluencia de agua a la luz intestinal, unida al exceso de gases y de otros productos de la fermentación, puede ser causa de diarrea, flatulencia, distensión abdominal y dolores cólicos. La intensidad de estos síntomas variará en función del grado de deficiencia lactásica.

La intolerancia a la lactosa puede ser primaria o bien secundaria a otras patologías. En el primer caso aparece un factor genético que determina la escasez de lactasas; esta deficiencia afecta, en diversos grados, a un 5-15% de la población de raza blanca y hasta a un  80-90% de la población de raza negra. Los síntomas de las intolerancias primarias no suelen manifestarse hasta la adolescencia.

Las intolerancias secundarias aparecen a consecuencia de patologías como la celiaquía, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, las infecciones intestinales de origen bacteriano o vírico, la fibrosis quística, etc. Dichos males implican la alteración, cuando no la destrucción, de la mucosa intestinal, es decir, del hábitat de las lactasas. Otros trastornos que eventualmente pueden cursar con intolerancia a la lactosa  son aquellos que producen un tránsito intestinal anormalmente rápido (dumping), asociado por ejemplo, a fallos en la retención gástrica secundarios a gastrectomías, al síndrome de intestino corto tras resecciones intestinales masivas, o bien a procesos enteroinfecciosos que cursan con malabsorción y diarrea; en estos casos la rapidez y abundancia del flujo intestinal produce un efecto de “barrido” sobre la mucosa que puede mermar la presencia de lactasas. Las intolerancias secundarias suelen remitir a medida que se resuelven las patologías de base.

La cantidad de lactasas puede variar a largo plazo en función de la ingesta de lactosa, constatándose una mayor presencia durante la lactancia (época de mayor consumo) y una paulatina disminución a medida que se diversifica la dieta en detrimento de la leche y de sus derivados. Así, una alimentación carente  o pobre en lácteos durante la niñez y la adolescencia se ha relacionado con una peor tolerancia de la lactosa en la madurez, lo que se acentúa si existe predisposición genética.Tabla 3.9. Menú dieta sin lactosa

El diagnóstico de la intolerancia a la lactosa se basa en la observación de los síntomas característicos y en el estudio de la curva glicémica como respuesta a la administración de dosis controladas del disacárido. Así mismo la medición del hidrógeno expirado tras la administración de cantidades elevadas de lactosa indica su malabsorción en el caso de que el hidrógeno muestre incrementos significativos los cuales serán directamente proporcionales al grado de malabsorción.

La eliminación o restricción de la lactosa constituye el tratamiento fundamental frente a los cuadros de intolerancia. Ocasionalmente la ingestión de pequeñas cantidades puede ser tolerada en personas que conservan cierta actividad lactásica. No obstante, en casos de franca intolerancia, es preciso evitar todo tipo de lácteos, especialmente la leche, que puede sustituirse por preparados de soja, por leche de almendras o bien por leches especiales sin  lactosa.

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