7.1. Las lipoproteínas
Al ser insolubles en agua, los lípidos no pueden transitar por si solos medios acuosos como la linfa y la sangre si no es en forma de grandes glóbulos, algo que resultaría inviable fisiológicamente. Por este motivo, los lípidos deben asociarse a determinadas proteínas y a fosfolípidos que forman a su alrededor un envoltorio anfipático (soluble tanto en agua como en grasa) el cual impide su natural agregación y permite su transporte en forma de minúsculas partículas denominadas lipoproteínas.
Las lipoproteínas pueden sintetizarse en el intestino, como es el caso de los quilomicrones, o bien en el hígado. Se trata de estructuras más o menos esféricas con una parte proteica (las apolipoproteínas) instalada en una cubierta fosfolipídica cuya superficie interna (liposoluble) entra en contacto con los lípidos transportados, básicamente triglicéridos (grasa) y ésteres de colesterol, mientras que su superficie externa (hidrosoluble) se expone al medio acuoso (plasma o linfa). Existen diversos tipos de lipoproteínas diferenciados por dos características básicas:
- Por el tipo de sus apolipoproteínas.
- Por su mayor o menor densidad, determinada por la proporción existente entre la fracción proteica y la fracción lipídica, de tal modo que cuanto mayor sea la relación proteína/lípido mayor es la densidad y viceversa.
Como se tratará en próximos apartados, las lipoproteínas no presentan una composición ni una densidad constantes ya que, tanto el contenido proteico como el graso-lipídico, varían a lo largo de su recorrido debido al intenso intercambio de materiales a que son sometidas.
Las diferentes lipoproteínas están especializadas en diversos modelos de transporte: unas, por ejemplo, viajan repletas de triglicéridos y ésteres de colesterol hacia los tejidos periféricos, donde depositan gradualmente su cargamento; otras, en cambio, aparecen casi vacías pues su función consiste en captar colesterol en los tejidos y transportarlo al hígado.
7.1.1. El papel de las apolipoproteínas
Las diferencias funcionales entre las lipoproteínas están determinadas por el tipo de sus apolipoproteínas las cuales son reconocidas por receptores específicos. De este hecho fundamental dependerá la penetración de las lipoproteínas en determinados tejidos y su identificación por parte de complejos enzimáticos que les permitan desprender o incorporar materiales. Así, por ejemplo, una lipoproteína carente de la apolipoproteína reconocible por los receptores hepáticos será incapaz de depositar grasa en el hígado.
- Algo a tener en cuenta:
La dinámica de las lipoproteínas, así como sus variaciones cuantitativas y cualitativas en la sangre, son aspectos de sumo interés de cara a comprender el origen y el desarrollo de la ateroesclerosis.