* Transporte de colesterol de los tejidos al hígado
Como se ha descrito, las grasas endógenas, triglicéridos y ésteres de colesterol, pueden regresar al hígado a bordo de las IDL. No obstante, parte de las IDL (las que derivan en LDL) sostienen un importante flujo de colesterol hacia los tejidos periféricos. Obviamente, dicho flujo debe ser contrarrestado por una corriente inversa que devuelva el exceso de colesterol de los tejidos al hígado. Este sistema de transporte depende de las lipoproteínas de alta densidad o HDL (del inglés High Density Lipoprotein) que, como puede deducirse, están formadas inicialmente por una abundante cubierta de proteínas en torno a un núcleo lipídico reducido.
Las HDL se sintetizan en el hígado a partir de apolipoproteínas AI y, en menor medida, de apo AIV, apo CI y apo E. Las HDL se extienden por todos los tejidos entrando en contacto con las membranas de las células endoteliales. Allí comienzan su función de captación y recogida del colesterol sobrante el cual, cabe recordar, se halla en el interior de las células en forma de ésteres de colesterol contenido en vesículas citoplasmáticas.
Probablemente, ciertos receptores celulares endoteliales reconocen y fijan a la apo AI de las HDL de tal forma que las lipoproteínas quedan ancladas a la membrana. Mientras, en el interior celular los excedentes de colesterol comienzan a ser desesterificados por los enzimas lisosomales liberándose paulatinamente colesterol al citoplasma. Éste migra hacia la membrana celular donde difunde hacia el seno de la bicapa fosfolipídica, que ve aumentada su concentración de colesterol por momentos.
En contacto con la membrana celular, cada vez más empapada de colesterol, se encuentra la cubierta fosfolipídica de las HDL en la que, por el contrario, existe una baja concentración de colesterol libre unido débilmente a los fosfolípidos. Dado que las concentraciones en ambas superficies tienden igualarse, el colesterol pasa progresivamente de la membrana endotelial a la de las HDL. Para que el transvase no se vea limitado es necesario el mantenimiento de un gradiente de concentración, lo que se consigue gracias a la acción de dos enzimas de extraordinaria importancia: la Lecitina-Colesterol-Acil-Transferasa (LCAT) y las Proteínas de Transferencia Lipídica (PTL).
Las apo AI de las HDL son reconocidas por las LCAT de modo que éstas penetran en su capa fosfolípídica. Allí las LCAT reesterifican el colesterol libre, recién difundido desde la membrana endotelial, propiciando su enlace éster con un ácido graso extraído la fosfatidilcolina (lecitina presente en las HDL). El colesterol, a medida que va siendo esterificado, se desliga de la capa fosfolipídica externa y se precipita hacia el núcleo de la HDL donde se acumula. Tal proceso permite un flujo constante de colesterol desde las células endoteliales hacia las HDL dado que las LACT mantienen una concentración de colesterol más baja en la cubierta lipoproteica que en la membrana endotelial. Así, las HDL se cargan de ésteres de colesterol hasta saturar su núcleo y adquirir una forma esférica, momento en el que se desprenden de la membrana para emprender su viaje hacia el hígado donde parte del colesterol sobrante será eliminado por vía biliar.
El retorno del colesterol al hígado puede realizarse de dos maneras: una directa y otra indirecta. En el primer caso, parte de las HDL, aquellas que conservan la apo E, son reconocidas por receptores específicos, lo que les permite ser captadas directamente por el hígado. La vía de regreso indirecta implica la participación de las citadas PTL, las cuales transfieren ésteres de colesterol de las HDL a las VLDL que, como ya se indicó, se convierten posteriormente en IDL que son captadas por el hígado.
* Nota: Para visualizar los anteriores procesos, véanse las siguientes figuras 4.44 y 4.45.