8.1.1. Almacenamiento de los ácidos grasos
Para que los ácidos grasos puedan ser almacenados deben penetrar en las células del tejido adiposo, los adipocitos. Sus principales vías de entrada son dos: la mediada por los quilomicrones (llenos de triglicéridos procedentes de la dieta) y la mediada por las VLDL (cargadas de triglicéridos procedentes del hígado). Previamente, tales triglicéridos son hidrolizados por las lipoproteín-lipasas endoteliales liberándose ácidos grasos y glicerol, que atraviesan la membrana del adipocito en cuyo interior se reorganizan formando triglicéridos de reserva almacenados dentro de vesículas citoplasmáticas. Véase la figura 4.47.
8.1.2. Regulación del empleo de las reservas energéticas
El tejido adiposo ejerce, en su conjunto, una regulación efectiva sobre la utilización de las fuentes de energía al ser capaz, no solo de almacenar sus excedentes, sino también de movilizarlos en función de las necesidades. Precisamente el mayor o menor consumo de grasas endógenas y exógenas dependerá en buena medida de esta regulación, siempre encaminada a mantener un equilibrio óptimo entre el aporte y el gasto energético.
Cuando los ingresos de energía superan a las demandas, el tejido adiposo periférico se torna más permeable a los triglicéridos transportados por los quilomicrones (grasa alimentaria) y el hígado acelera el ritmo de síntesis de nuevos triglicéridos (por ejemplo, a partir del exceso de glucosa) intensificando su envío al tejido adiposo a bordo de las VLDL. Estos procesos son inducidos por la insulina que también fomenta una mayor síntesis de colesterol.
- Algo a tener en cuenta:
La influencia positiva de la insulina en la síntesis de triglicéridos y colesterol tiene importancia como factor de riesgo frente al desarrollo de ateroesclerosis.
Por el contrario, en momentos de carencia energética y ante el agotamiento de las reservas de glucógeno (situación propiciada por el ayuno), ciertas hormonas como el cortisol, el glucagón, la hormona ACTH y la adrenalina activan lipasas intraadipocíticas que desmantelan triglicéridos almacenados liberando ácidos grasos y glicerol. Ambas sustancias abandonan el adipocito y alcanzan el torrente sanguíneo donde se unen a la albúmina que las transporta al músculo o a cualquier otro tejido en el que sean requeridas como fuente de energía.
La utilización de ácidos grasos queda inhibida por la llegada de glucosa, combustible energético de preferencia para todas las células, por este motivo la glucosa se considera un nutriente que ahorra grasas.