9.4.3. Consumo de grasas poliinsaturadas.
En general, los triglicéridos ricos en ácidos grasos poliisaturados tales como el linoleico (omega 6), el linolénico y el eicosapentanoico (estos dos últimos omega 3) mejoran, con relación a los saturados, el rendimiento de la lipoproteínlipasa endotelial y hepática lo que acelera el aclarado plasmático de los quilomicrones y de las VLDL. Por otra parte, aumentan la sensibilidad de los receptores celulares a las LDL y la eficacia de las lipasas intracelulares, agilizando el ritmo de intercambio de colesterol entre la sangre y los tejidos, lo que también propicia el aclarado plasmático del colesterol total (LDL y HDL).
De lo anterior se deduce que la mera sustitución de una buena parte de las grasas saturadas por grasas poliinsaturadas produce disminuciones variables del colesterol total. Hasta hace pocos años éste era el método dietético más recomendado para tratar las dislipemias, no obstante estos buenos resultados se empañan por la considerable caída del colesterol HDL, lo que reduce su efectividad de cara a la prevención de la ateroesclerosis: cabe recordar que las HDL mantienen el flujo de colesterol desde los tejidos hacia el hígado dificultando su depósito en las arterias.
El planteamiento dietético de cara a aumentar la ingesta de grasas poliinsaturadas propone una alimentación basada en los aceites de semillas (girasol, maíz, colza…) en detrimento de las grasas animales (carnes grasas, lácteos enteros, embutidos grasos, manteca y mantequilla) y del aceite de oliva; así mismo, aconseja el consumo regular de frutos secos (alimentos ricos en ácidos linoleico y linolénico) y de pescados azules (ricos en ácidos grasos altamente insaturados como el eicosapentanoico).
A parte del descenso del colesterol HDL, otro inconveniente planteado por el mayor consumo de grasas poliinsaturadas es el derivado de su mayor sensibilidad a la oxidación, especialmente si no se acompañan de antioxidantes como la vitamina E. En este sentido cabe recordar que los ésteres de colesterol oxidados aumentan la influencia aterogénica de las LDL.
- Algo a tener en cuenta:
Algunos isómeros del ácido linoleico, denominados genéricamente CLA (ácido linoleico conjugado), presentes principalmente en la grasa láctea y cárnica procedente de rumiantes, podrían tener efectos beneficiosos de cara a enfermedades cardiovasculares e, incluso, a otras patologías relacionadas como la obesidad y la diabetes tipo 2. En este sentido, algunos estudios realizados con animales y con grupos de personas han mostrado que el consumo de pequeñas cantidades de ácido linoleico de tipo C18:29cis,11trans (presente de forma natural, aunque muy minoritaria, en los anteriores alimentos) y de otros isómeros sintetizados artificialmente a partir de aceites ricos en ácido linoleico (como el C18:2 10trans, 12cis ) reduce el colesterol plasmático. Incluso se han definido estas sustancias como posibles factores activadores de la termogénesis a partir de la oxidación lipídica, algo que que les otorgaría un cierto papel preventivo frente da la obesidad. Tales expectativas han motivado que se comercialicen diferentes fórmulas de CLA como el Tonalín®, las cuales son adicionadas a la leche y a otros alimentos, convertidos así en alimentos funcionales. No obstante, aún existe controversia sobre la eficacia real de esta suplementación frente a la prevención de la ateroesclesis y, muy especialmente, sobre sus beneficios frente a la obesidad y la diabetes tipo 2. Incluso, ciertos estudios* han demostrado posibles efectos adversos como la litiasis biliar derivados del consumo prolongado de suplementos de CLA.
* V.Navarro y col. El ácido linoleico conjugado disminuye la hipercolesterolemia pero aumenta el riesgo de litiasis biliar. Nutrición Hospitalaria. V.20. nº3. 2005