14. Enfermedades relacionadas con las grasas: cáncer
En los países más desarrollados, especialmente en Estados Unidos y en el norte de Europa, se observa una mayor incidencia de determinados tipos de cáncer como el de colon y el de mama con relación a los países pobres. Este hecho tiene que ver, entre otros factores, con unos hábitos alimentarios caracterizados por el exceso de grasas y la escasez de fibra.
Concretamente, el cáncer de colon se ha asociado, junto a otras causas, a la sobreproducción biliar derivada del exceso de grasas, que implica una mayor presencia de derivados biliares en el intestino grueso donde generan irritación sobre la mucosa, bien directamente, o bien a través de productos generados por su digestión bacteriana como el ácido litocólico. No obstante, más que la presencia de bilis en el colon, algo de por sí natural, lo que determina la mayor influencia cancerígena es su excesiva concentración en el quilo que transita el intestino grueso. En este sentido, la fibra juega un papel preventivo pues aumenta el volumen fecal favoreciendo la captación de agua y la disminución de la concentración, tanto de bilis, como de otros componentes del quilo potencialmente dañinos (mutágenos). Por otro lado, la fibra aumenta la velocidad de tránsito intestinal disminuyendo el tiempo de exposición de la mucosa colono-rectal a dichos mutágenos.
Otro mecanismo protector de la fibra respecto al cáncer de colon, es el atribuido a algunos compuestos de su fermentación bacteriana como el butirato, que jugarían un papel destacado en la nutrición, en el mantenimiento y en la regeneración (apoptosis) de los colonocitos, lo que podría favorecer el proceso de recambio de las células muertas o alteradas. Respecto al cáncer de mama, un elevado consumo de grasas estimula la producción de estrógenos y de prolactina, circunstancia que parece relacionarse con una mayor incidencia de este tipo de tumores.
Por todo lo expuesto anteriormente, entre las medidas encaminadas a prevenir ambos tipos de cáncer, ocupa un lugar importante el seguimiento de una alimentación moderada de grasas y abundante en fibra que contemple el consumo regular de verduras, frutas, cereales y legumbres.
En los últimos años se han realizado estudios que demuestran un papel beneficioso directo de las grasas omega 3 respecto a la prevención, e incluso a la evolución, de determinados tipos de cáncer. En concreto, se ha observado que una presencia proporcionalmente elevada de dichas grasas en la dieta (pescados azules, nueces, etc.) respecto a grasas omega 6 (aceites de semillas) reduce la incidencia de tumores a nivel de próstata, mama y colon. Tales efectos protectores del eicosapentanoico y especialmente del docosahexanoico parecen estar relacionados con la inhibición de los sistemas enzimáticos (ciclooxigenasa 2) que permiten la síntesis de prostaglandinas y factores derivados del ácido araquidónico (omega 6), los cuales estimulan en mayor medida la proliferación celular tumoral. La reducción de la síntesis de mediadores araquidónicos asociada a dietas ricas en omega 3 redunda además en una inhibición de la respuesta inflamatoria característica de los procesos tumorales. Asimismo los omega 3 modulan al alza la producción de factores involucrados en la reducción del tamaño de los tumores, especialmente en al caso del cáncer de colon.
Diversos estudios epidemiológicos han demostrado la gran importancia de aumentar la relación de omega 3/omega 6 de la dieta de cara a la prevención de determinados tipos de cáncer. En este sentido se ha observado una asociación muy significativa ente el aumento de dicha relación con la menor incidencia de cáncer de mama y colon. Por otro lado, se ha podido constatar que el consumo frecuente de pescado azul (más de tres veces por semana) reduce la incidencia de cáncer de próstata en hombres.