3.4.1. Balance de calcio entre la sangre y el hueso
Como se ha indicado en el comienzo de este apartado, la mayor parte del calcio presente en el organismo se localiza en el hueso donde desempeña una función estructural (cristales de hidroxiapatita y de fosfato cálcico), mientras que el resto, una pequeña proporción respecto del total, aparece disuelto en la sangre, en el líquido extracelular y en el citoplasma.
Cuando disminuye la fracción de calcio diluido, el organismo extrae una pequeña parte de su gran reserva ósea como compensación. No obstante, el hueso precisa una constante incorporación de calcio ya que está sometido a un continuo y simultáneo proceso de construcción y desmoronamiento. La base de tal suministro es el calcio alimentario que, tras ser asimilado, se incorpora a la estructura ósea nivelando las continuas mermas. Este trasiego de calcio de la sangre al hueso y viceversa está regulado fundamentalmente por dos hormonas: la parathormona y la calcitonina, así como por una vitamina: la vitamina D o colecalciferol.
3.4.2. Regulación de los niveles de calcio en la sangre (calcemia) y en el hueso
Si desciende la calcemia, la glándula paratiroidea (situada detrás de la glándula tiroides) produce parathormona. Esta hormona activa a la vitamina D en el riñón. Una vez activada, la vitamina D ejerce tres funciones básicas: 1) minimiza las pérdidas urinarias de calcio, 2) aumenta la eficacia de su absorción y 3) favorece la movilización de calcio óseo hacia la sangre. La combinación de estas tres acciones propicia una mayor afluencia de calcio al plasma, un rápido restablecimiento de la calcemia y, a medio plazo, una mejor disponibilidad de calcio para el hueso.
Por el contrario, cuando la calcemia es elevada, la glándula tiroides produce hormona calcitonina, la cual inhibe la salida de calcio desde el esqueleto y, al mismo tiempo, estimula la retirada del calcio plasmático mediante su fijación al hueso.